Cómo mejorar las certificaciones y evaluaciones del bienestar de los peces
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Hasta 1300 millones de peces de cría fueron sacrificados para la alimentación en la UE en 2017. A pesar de estas cifras y de la creciente cantidad de investigaciones que sugieren que los peces son seres sensibles, se ha prestado poca atención al bienestar de los peces de cría. Este artículo esboza los fallos del sistema actual y ofrece ideas sobre cómo podría diseñarse un sistema mejor, y se centra en el Reino Unido.
En la actualidad, existen dos sistemas para controlar la acuicultura: los esquemas de certificación y los marcos de evaluación. Los esquemas de certificación permiten que una organización externa juzgue lo que ocurre en una granja de acuerdo con unos estándares establecidos. Los marcos de evaluación son sistemas para juzgar las condiciones de una granja. El autor ve problemas en todos los esquemas de certificación y evaluaciones que existen en la actualidad, y ofrece cuatro criterios principales sobre cómo podemos mejorar el bienestar de los peces en ambos.
En primer lugar, el artículo destaca la necesidad de ser “completos”. Los esquemas de certificación y los marcos de evaluación existentes solo contemplan una parte del panorama de la piscicultura. La mayoría de los esquemas de certificación apenas mencionan el bienestar de los peces. Los que sí lo hacen tienden a centrarse en “medidas de entrada” que reflejan las condiciones de la piscifactoría, como la densidad de peces o la calidad del agua. Además, suelen centrarse en pequeños aspectos medibles de la salud física de los peces, como el número de lesiones cutáneas.
Para resolver esto, el autor sugiere que, al evaluar el bienestar de los peces, deben tenerse en cuenta tanto las medidas de entrada como las de salida. En otras palabras, hay que tener en cuenta tanto cómo se sienten los peces como las condiciones generales de una piscifactoría. Los esquemas de certificación y los programas de evaluación también deben incluir formas de medir el bienestar positivo, no solo la ausencia de sufrimiento.
El artículo sugiere que utilicemos “medidas del animal como un todo”, que reflejen el bienestar general de los peces en términos tanto de salud física general como psicológica. Entre los ejemplos de medidas del animal como un todo se incluyen:
- Si un pez utiliza el hemisferio cerebral que procesa el dolor más que el utilizado para procesar el placer
- Si un pez parece “feliz”
- Si un pez interpreta los estímulos ambiguos de forma pesimista, lo que tiende a asociarse con la infelicidad
- La calidad de la mucosa de la piel (aunque esto solo refleja la salud física)
Las medidas del animal como un todo para los peces son relativamente nuevas, por lo que no sabemos cuáles funcionarían mejor para evaluar el bienestar de los peces. Los esquemas de certificación y los programas de evaluación también podrían utilizar un conjunto bien diseñado de medidas parciales que aborden todos los aspectos importantes del bienestar sin aportar información extraña. Una vez desarrolladas las medidas para el animal como un todo, también se pueden utilizar las medidas parciales junto a ellas para resaltar cualquier problema específico.
En segundo lugar, el autor subraya que debemos garantizar la validez de cualquier medida de bienestar. Las medidas que se utilicen tienen que hacer un seguimiento real del bienestar de los peces, no de otras cuestiones como la productividad de la piscifactoría. Se ha demostrado que muy pocas medidas prospectivas del bienestar de los peces reflejan lo que realmente les importa. El artículo advierte los esquemas dirigidos por la industria y sugiere que los paneles de expertos serían lo mejor para garantizar la objetividad.
En tercer lugar, las medidas deben ser factibles. Deben ser sencillas y rentables. Las medidas no invasivas son mejores para la viabilidad (y para el bienestar de los peces). Existen tecnologías digitales que permitirían seguir a peces individuales a lo largo del tiempo con gran detalle. Aunque los costos iniciales pueden ser elevados, podrían proporcionar información precisa sobre el bienestar con poco costo continuo.
En cuarto y último lugar, está la cuestión de lo que cuenta como niveles aceptables de bienestar. Aquí, el autor hace hincapié en que necesitamos basar nuestro umbral de bienestar en las experiencias de los propios peces, no en medidas arbitrarias como la situación actual de la industria. Los científicos especializados en bienestar animal, los expertos de la industria y los biólogos de peces deberían trabajar juntos para decidir un umbral. También podríamos utilizar “niveles aspiracionales”, que incluyan un bienestar activamente positivo para los peces (por ejemplo, que puedan explorar su entorno), en lugar de limitar únicamente los efectos secundarios negativos.
Con estos cuatro criterios, los programas de bienestar para peces podrían ayudar a los peces mucho más de lo que lo hacen actualmente. Sin embargo, existen algunos retos. Las distintas especies de peces de cría son muy diferentes desde el punto de vista taxonómico, por lo que las certificaciones y evaluaciones deben reflejarlo. La aplicación del bienestar de los peces debería ir más allá de la pérdida de una certificación: algunos tipos de maltrato a los peces deberían ser ilegales. Por último, cualquier esquema tendría que ser transparente para que los clientes puedan entender lo que significa la etiqueta. Las etiquetas de bienestar pesquero confusas se consideran “lavado de la responsabilidad humana”.
Las conclusiones aquí expuestas son útiles para los defensores. Proporcionan algo sólido por lo que los defensores pueden trabajar: sistemas competitivos, válidos, factibles y transparentes que exijan un alto estándar de bienestar, se adapten a cada especie y, en algunos casos, sean legalmente exigibles. Los defensores de los animales pueden exigir las medidas aquí expuestas y criticar a las instituciones que no las cumplan.