Lucha contra las granjas industriales en Argentina
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Argentina ha dependido en gran medida de las exportaciones agropecuarias desde su independencia de 1880. Con el tiempo la cría de animales (especialmente la cría de ganado vacuno) se ha convertido en una parte fundamental de la identidad nacional del país. Por ejemplo, Argentina es uno de los mayores consumidores per cápita de carne roja y tiene una de las mayores tasas mundiales de faena de ganado vacuno. Hasta ahora la producción de ganado vacuno y porcino no se ha intensificado por completo en Argentina, y el sector de la producción de pollos y sus derivados es el único que está muy orientado hacia las granjas industriales.
Pero la situación podría cambiar. En 2020, el Gobierno argentino anunció que estaba dialogando sobre la posibilidad de desarrollar “megagranjas” porcinas en todo el país con el fin de exportar carne de cerdo a China. Aunque el objetivo es apoyar la economía del país, la noticia fue recibida de forma negativa por algunas de las principales partes interesadas, incluidos los defensores del medio ambiente y los pequeños y medianos productores de productos porcinos. El Gobierno aún no ha firmado un acuerdo con China y no está claro si lo hará en el futuro.
En este informe, el autor intenta brindar antecedentes sobre el tema, incluido el contexto histórico, económico y político que rodea a la agricultura animal y las relaciones diplomáticas con China en Argentina. A los defensores de los animales interesará especialmente que el autor también explora el acuerdo de China en relación con el bienestar animal, incluyendo cómo los argumentos a favor del bienestar animal han estimulado la reacción en contra del acuerdo y qué pueden hacer para fortalecer sus campañas.
La producción de productos porcinos es principalmente extensiva o semiintensiva en Argentina, principalmente porque el desarrollo de granjas industriales requiere mucho financiamiento. A juicio del autor, el Gobierno argentino considera que la cría de cerdos tiene potencial de exportación porque no compite con el ganado vacuno ni la soja (otro producto de exportación clave de Argentina). Actualmente se están concediendo préstamos asequibles a criadores de cerdos con miras a que puedan producir una alternativa más barata que la carne roja.
Al mismo tiempo, la carne de cerdo es la carne que más se consume en China. Recientemente la producción de productos porcinos de China se vio gravemente afectada por el brote de peste porcina africana (PPA) de 2019, que afectó a los proveedores nacionales de carne de cerdo. A raíz de ello, China comenzó a buscar carne de cerdo de otros países e identificó a Argentina como socio promisorio: la peste porcina africana no está presente en Argentina, y algunos referentes del sector consideran que la producción de productos porcinos argentina puede aumentarse e intensificarse.
A principios de 2020 se anunció que la Asociación Argentina de Productores de Porcinos (AAPP) y la Asociación China para la Promoción del Desarrollo Industrial (CAPID) habían firmado un memorando con miras a desarrollar granjas industriales porcinas en Argentina. Ello fue seguido por un reconocimiento por parte de la Cancillería. El anuncio inmediatamente provocó una reacción pública negativa suscitada por varias partes interesadas, lo que llevó al Ministerio a decidir congelar el plan hasta que se le incorporase protección ambiental y bioseguridad. Desde entonces, a juicio del autor, no ha habido actualizaciones importantes sobre las negociaciones. Sin embargo, en 2020 la provincia argentina del Chaco firmó un acuerdo con una empresa china para instalar tres megagranjas porcinas.
Según el autor, hay dos grupos de partes interesadas importantes que se oponen al acuerdo con China: los defensores socioambientales y los pequeños y medianos productores de productos porcinos. Los ambientalistas han sido algunos de los más fervientes opositores al acuerdo, fundamentalmente por los problemas socioeconómicos, ambientales y de salud humana que provocan las granjas industriales porcinas.
Aunque los defensores de los animales han estado involucrados en el movimiento, el autor afirma que los ambientalistas han estado reacios a centrarse en los argumentos del bienestar animal.
Una de las razones por las que los ambientalistas han evitado hablar sobre el bienestar animal es evitar rivalizar con el otro oponente de las megagranjas de cerdos: los pequeños y medianos criadores de cerdos, cuyo principal motivo de oposición es la competencia desleal que podría generar la intensificación. Estos productores también están preocupados por los peligros para la salud de las granjas industriales, que podría afectar a sus animales. Sin embargo, según el autor, han tenido cuidado de distanciarse de los mensajes ambientales.
Esto lleva al autor a plantear un debate sobre el bienestar animal en Argentina, que, según se aduce, es una cuestión relativamente soslayada. Por ejemplo, de las 16 disposiciones legales por las que se penaliza la crueldad hacia los animales, en solo 2 se aborda la cuestión de la cría intensiva de animales, a saber, una disposición relativa a las normas sanitarias sobre las vacas y otra relativa a la carga ganadera de pollos de engorde. Estas disposiciones se han formulado para atender preocupaciones por la salud humana y las ganancias y no para velar por el bienestar de los animales. Además, las pautas de bienestar animal de Argentina tienden a ser ambiguas y las sanciones por violaciones son insignificantes y rara vez se aplican.
Además, la formación en bienestar animal está poco desarrollada en Argentina, ya que se imparte solo en 11 de las 21 facultades de veterinaria. Asimismo, el autor aduce que los cursos de bienestar son impartidos por profesores con escasa experiencia, lo que significa que los estudiantes no aprenden sobre la multitud de los aspectos del bienestar animal.
El autor hace varias recomendaciones que pueden ayudar a fortalecer las campañas contra el acuerdo con China (y las granjas industriales en general) con el eje en los animales. Por ejemplo, los defensores pueden entablar diálogos con distintas partes interesadas sobre los problemas de las granjas industriales y sobre cómo otros países están empezando a optar por la producción de proteínas no animales. Las políticas públicas y los incentivos económicos para apoyar la investigación de proteínas alternativas podrían ser especialmente beneficiosos.
Asimismo, hay que formar a la población argentina. Por ejemplo, hay que informar a las personas de los daños que se derivan de intensificar la producción animal, especialmente en lo que se refiere al sufrimiento animal. Para velar por que las partes interesadas estén informadas, los defensores pueden presionar para que los abogados, veterinarios y otros profesionales pertinentes reciban capacitación en temas de bienestar animal, en concreto, para que asistan a cursos donde se aborden la ética y los derechos animales. Finalmente, los propios defensores de los animales podrían beneficiarse de saber cómo debatir sobre la ciencia del bienestar animal en el ámbito público. Según el autor, ello es especialmente importante para los activistas de los animales que generalmente se centren solo en los derechos de los animales y los argumentos relativos a la liberación, ya que su rechazo rotundo de los argumentos relativos al bienestar a veces hace que algunas personas no quieran entablar un diálogo fructífero con ellos.
https://www.issuelab.org/resources/40821/40821.pdf